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LA TRAGEDIA DE JULIO CESAR . 2019

Por – William Shakespeare

Traducción – Fernando Villas-Boas

Dirección y dramaturgia – Luís Araújo

Asistente de dirección – Manuel Tur

Escenografía – F. Ribeiro

Diseño de luces – Nuno Meira

Vídeo – Joana Soares, Nuno Marques

Con la colaboración de – Tiago Guedes

Diseño de sonido – Pedro Augusto
Vestuario – Nelson Vieira
Apoyo dramatúrgico – Miguel Cruz
Mezcla de vídeo en escena – Fábio Coelho, Fernando Costa

Fotografía y diseño – Sara Pazos

Dirección de producción – José Luís Ferreira

Actuación – Ana Brandão,
Ana Margarida Mendes, Ana Pinheiro, Carolina Rocha, Diana Sá, Gonçalo Fonseca, Jorge Mota, Luís Araújo, Maria, Inês Peixoto, Miguel Damião, Nuno Preto, Pedro Almendra, Rafaela Sá

Con la participación de – Maria Leite

Dirección – Luís Araújo, Tiago Guedes

Ayudante de Dirección – Joana Soares, Manuel Tur

Director de Fotografía – Nuno Marques
Director de Sonido – Sérgio Silva
Perche – Vasco Pucarinho, Pedro Marinho

Anotación – Miguel Cruz
Asistencia de producción – Ana Fernandes, Ana Margarida Mendes, Ana Pinheiro Montaje – Joana Soares
Color – Nuno Marques
Mezcla de sonido – Pedro Augusto

Coproducción – Ao Cabo Teatro, São Luiz Teatro Municipal, TNSJ

Entre la ejecución de algo terrorífico y el primer movimiento, el intervalo es como un fantasma o un sueño horrible.
Bruto, Acto II, escena 1

La Tragedia de Julio César es una obra sobre personas que cometen errores, costosos errores, para sí mismos y para su país. Nadie en esta obra escapa a las malas interpretaciones, las decisiones equivocadas y los errores de cálculo. Ser gobernado por César significa la sumisión total a un autócrata despiadado, capaz de los peores castigos. Sin embargo, ser gobernado por los hombres que lo matan significa sumisión total a la voluntad de hombres corruptos y egocéntricos, cuyo lema «libertad» se refiere exclusivamente a su propia libertad de acción y a la ausencia de consecuencias para sus actos. Inmediatamente después de asesinar a César, Casio dice: «Durante cuántos siglos se representará esta heroica escena nuestra, en países aún no nacidos y lenguas aún desconocidas».

Esta obra autorreferencial nos remite a los asesinatos que han marcado nuestra historia política: Marat, Lincoln, Trotsky, Mahatma e Indira Gandhi, Kennedy, Martin Luther King, Anwar Al Sadat, Sadam Husein, Gadafi, entre muchos otros. Seguimos sacrificando innecesariamente a personas en el altar de las ideologías. Una y otra vez, los hombres de los eslóganes y la ambición seducen y engañan a millones de personas con una retórica hipócrita. Una y otra vez, la violencia engendra más violencia. Cíclicamente, se nos hace creer que el fin justifica los medios. Quizá por eso esta obra me parece tan radicalmente irónica y por eso me resulta tan difícil tomar en serio a sus personajes: vemos energías que se vuelven contra sí mismas, caídas directamente relacionadas con aspiraciones y limitaciones enfatizadas por potencialidades.

En El valor de la verdad, Michel Foucault aborda la importancia de hablar en público y habla de la parresía, que se refiere al valor de decir la verdad, de hablar francamente, de exponerlo todo. Sin embargo, en esta obra, hablar no es simplemente una forma de hacer visible al personaje.
El habla es la propia acción interior de los personajes, sus conflictos y sus elecciones. Ante esto, el lector/espectador se ve obligado a tejer su propia narración, no sólo por lo que se dice en público, sino sobre todo por lo que se hace en privado.

Fueron estas posibilidades las que me atrajeron de este texto: la de un teatro vacío de actores, la de la escisión en la forma de acceder a lo público y a lo privado, la de la exposición de lo que
lo que hacen unos mientras sucede lo que dicen otros, oscilando entre la relevancia de lo que sucede en escena y lo que sucede entre bastidores. Se establece así un vínculo directo entre lo real y lo ficcionalizado, el actor y el personaje, la política y la cultura.

La apropiación de las bambalinas del teatro es también una forma de hablar de nosotros mismos a partir de la confrontación con el otro, un intento de encontrar los posibles recursos de aproximación y distanciamiento entre las partes.

Necesitamos -yo necesito- tiempo para dar sentido al mundo y el problema del tiempo es siempre su aparente falta. Y, quizá por ello, convertimos la complejidad del mundo en una lujuria binaria.

Hegel dijo que la historia se repite, Marx añadió que se repite la primera vez como tragedia y la segunda como farsa, y me doy cuenta de que, a estas alturas, ya es un meme. Hay más muerte en la historia que carne en el cuerpo.

Puede que aprenda, puede que gane, puede que pierda.

Poster da peça de teatro A tragédia de Julio Cesar, criada por Luis Araujo.
PULMONES . 2018